"La Perspectiva de los Refugiados en un Mundo Inseguro" - Discurso de Dña. Sadako Ogata, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados, en la Escuela Diplomática, Madrid, España, 14 de septiembre de 1999
"La Perspectiva de los Refugiados en un Mundo Inseguro" - Discurso de Dña. Sadako Ogata, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Refugiados, en la Escuela Diplomática, Madrid, España, 14 de septiembre de 1999
Distinguidos invitados,
Damas y caballeros,
Es un honor haber tenido la oportunidad de regresar a España y dirigirme a tan distinguida audiencia. Quisiera agradecer al Ministro Sr. Matutes su amable invitación para hablar aquí en la Escuela Diplomática.
Desde mi intervención en el Consejo de Implementación de la Paz que tuvo lugar en el Palacio de Congresos de Madrid el pasado mes de diciembre, una nueva emergencia - la crisis de Kosovo - surgió amenazando dramáticamente la paz y la seguridad que la comunidad internacional ha venido esforzándose en alcanzar en los Balcanes. Si bien en aquel momento la crisis ya se había intensificado nadie podía prever la magnitud e intensidad de la tragedia que iba a desencadenarse en Kosovo y que llevó a cerca de un millón de personas a huir de sus hogares.
A este respecto quisiera resaltar la generosidad de los ciudadanos y del Gobierno español. En respuesta al llamamiento de mi Oficina para recaudar fondos para esta crisis humanitaria, el ACNUR recibió del Gobierno español más de 200 millones de pesetas. España con ACNUR, una de las asociaciones nacionales que apoya el trabajo de mi Oficina con más éxito, recaudó más de 160 millones de pesetas en donaciones realizadas por particulares. Los convoyes de ayuda humanitaria que partieron de municipios de toda España llegaron a los refugiados de Kosovo en la pasada primavera, tal y como sucedió a principios de los 90 durante la crisis de Bosnia y Herzegovina. Con el mismo dinamismo, 400 soldados españoles construyeron un campo de refugiados en Albania, el cual fue posteriormente entregado a organizaciones humanitarias españolas para su gestión. España también contribuyó financiando la participación de Voluntarios de Naciones Unidas españoles que trabajaron en la operación de Kosovo. España abrió sus puertas a más de 1.400 albanokosovares bajo el Programa de Evacuación Humanitaria del ACNUR, proporcionándoles un lugar seguro hasta que ellos sintieran que la situación en Kosovo era lo suficientemente estable para regresar. Durante esta emergencia, España ha demostrado claramente un espíritu humanitario y una capacidad de respuesta inmediata, por lo que mi Oficina está muy agradecida.
Pero la ayuda humanitaria de emergencia no es suficiente. Existen también cuestiones más generales y fundamentales que deben resolverse. La crisis de Kosovo no ha, ni mucho menos, acabado, más bien ha pasado a una fase diferente. Como ustedes saben, sólo unos meses después de que los kosovares fueran expulsados de sus hogares, regresaron en la misma asombrosa proporción y rapidez con la que habían huido, tras la retirada de las fuerzas serbias. Sin embargo, la seguridad continúa siendo un elemento crucial en el retorno sostenido de refugiados a Kosovo, como ocurre en Bosnia y Herzegovina. En toda la región, entonces y ahora, la inseguridad puede frustrar cualquier deseo de regresar, incluso causar nuevos desplazamientos de población.
Precisamente, hoy quisiera analizar con ustedes esta cuestión esencial de la seguridad que tanto afecta al trabajo de mi Oficina. La triste realidad es que en el mundo de hoy la mayoría de las personas no viven en una situación de seguridad - la seguridad de sentirse a salvo de ser asesinado, perseguido o de sufrir abusos; la seguridad de sentirse a salvo de la pobreza que fomenta la desesperación y amenaza el bienestar humano. Esta es la realidad para los aproximadamente 22 millones de refugiados y otras personas que incumben al ACNUR en el mundo. Ellos son el vivo testimonio de que la ausencia de seguridad humana inevitablemente genera o perpetúa el desplazamiento humano.
La cuestión de la seguridad es un elemento esencial de la Carta de las Naciones Unidas, y por ello no sólo compete a mi Oficina, sino también a ustedes como diplomáticos, a los trabajadores humanitarios y a otros actores internacionales. El Artículo 1 de la Carta proclama que el primer objetivo de la Organización Internacional es "mantener la paz y la seguridad internacional". Medio siglo más tarde, este objetivo aun no ha sido conseguido. Sí, ha habido progresos significativos. Cuando la Carta fue ratificada, la mayoría de los países asiáticos y africanos eran colonias europeas. Hasta hace poco, una gran parte de Europa misma, del este y del oeste, y casi toda América Latina, vivían bajo regímenes totalitarios cuyas políticas restringían la libertad y bloqueaban el desarrollo económico. Pero si miramos hacia atrás en esta década que finaliza, nuestro optimismo se estremece: la crisis del Golfo, los sucesivos conflictos en los Balcanes, el genocidio ruandés, innumerables guerras en África, la tragedia de Afganistán y otros muchos episodios, incluida la actual crisis en Timor Oriental, destacan como retrocesos en el camino hacia la paz y la seguridad.
El concepto de seguridad humana y la necesidad de mecanismos para resolver conflictos
El término de seguridad humana conlleva el riesgo de significar todo y nada. Por ello quisiera explicar el concepto de seguridad humana en el contexto de la experiencia de mi Oficina. El ACNUR es la Agencia de Naciones Unidas responsable de proteger y asistir a los refugiados. Su mandato se encuentra establecido en la Convención de Ginebra de 1951 relativa al Estatuto de los Refugiados y en otros instrumentos internacionales relativos a los refugiados. El concepto de "seguridad humana" no se encuentra definido en el derecho internacional, pero sí es un útil complemento del concepto de la protección de los refugiados legalmente establecido.
Tras el final de la guerra fría, las amenazas a la seguridad son más un producto de tensiones internas que de agresiones externas. El periodo posterior a la guerra fría ha reavivado enraizadas divisiones étnicas y religiosas, alimentadas por graves desigualdades sociales y por la escasez de recursos que a su vez ha conducido a un aumento de conflictos internos y muy localizados. Por ello ha sido necesario trasladar parte de la atención internacional desde la seguridad de las fronteras hacia la seguridad de las personas que se encuentran a ambos lados de las fronteras.
En relación al tema de la seguridad humana, es esencial preguntarse qué mecanismos posee la comunidad internacional para asegurar y mantener la seguridad de personas amenazadas, particularmente en el contexto de los conflictos internos. Permítanme hablar de la inseguridad desde mi propia perspectiva: la inseguridad humana que obliga a las personas a abandonar sus hogares. Los refugiados huyen de conflictos. Uno de los factores principales de la inseguridad humana es precisamente la ausencia de mecanismos políticos y de seguridad efectivos para resolver los conflictos.
Desgraciadamente, existen otros muchos ejemplos de cómo los conflictos internos en otros países distintos de Kosovo y Bosnia y Herzegovina, han destrozado la seguridad humana y forzado a millones de personas a abandonar sus hogares. Más de dos millones y medio de refugiados afganos permanecen en el exilio, la mayoría de ellos en Paquistán e Irán. Hay más de medio millón de refugiados sierraleoneses en África Occidental; alrededor de 300.000 refugiados angoleños en la República Democrática del Congo y aproximadamente 1.700.000 desplazados dentro de su propio país; y hasta 150.000 personas que han huido del conflicto de la República Democrática del Congo a otros países.
En este instante, están surgiendo nuevos conflictos. La situación en Timor Oriental se ha deteriorado vertiginosamente tras el referendum del 30 de agosto por el que los timorenses rechazaron la autonomía especial propuesta por Indonesia, y expresaron su deseo de comenzar la transición hacia la independencia. Las milicias contrarias a la independencia han perpetrado posteriormente actos de violencia contra los civiles, incluyendo el incendio de hogares, que han provocado que decenas de miles de personas huyan de su país en busca de seguridad. La situación en la República de la Federación Rusa de Daguestán también ha empeorado notablemente durante las últimas semanas. Las ofensivas y actos terroristas de los rebeldes chechenos en Daguestán han causado múltiples víctimas civiles y el desplazamiento de mas de 20.000 personas.
Otros conflictos perduran en el tiempo y a menudo, son olvidados por la comunidad internacional. El sur del Cáucaso es un buen ejemplo. Acabo de regresar de un viaje de 10 días por Armenia, Georgia y Azerbayán. En los tres países hay personas desplazadas a causa de un conflicto. En todos ellos el desplazamiento tuvo lugar hace años. Los procesos de resolución de conflictos se encuentran bloqueados o bien prosiguen muy lentamente. La lamentable situación económica general de la totalidad de la población agrava los problemas específicos de los refugiados y de los desplazados: viviendas infrahumanas; agua, higiene y calefacción insuficiente e insatisfactoria; escasas oportunidades laborales; y en general, un sentimiento casi palpable de depresión y desaliento. La guerra, de alguna manera, es un acontecimiento lejano en todas las situaciones. La paz no está cerca. Esto significa que resolver las situaciones de desplazamiento en el sur del Cáucaso no es una prioridad para la comunidad internacional en un momento en el que existen múltiples crisis y desastres humanitarios.
Los conflictos internos continúan haciendo estragos o se encuentran latentes desde la caída del muro de Berlín, y por tanto la comunidad internacional debe buscar la mejor manera de desarrollar nuevos mecanismos para resolver las crisis continuas y fragmentadas que sufrimos. Yo considero que se requieren una variedad de opciones. Y esas opciones deben poder ser efectivas a través de mecanismos viables y operacionales.
"Medidas blandas" (soft measures) como la presencia internacional, a través de las agencias humanitarias, pueden dar seguridad y confianza a personas en situaciones de conflictos internos y autoridad estatal debilitada. En ocasiones esta opción puede ser, de hecho, más efectiva que otras "medidas duras" (hard measures), como la intervención militar. Sin embargo, resulta cada vez más evidente que en muchas ocasiones estas medidas "blandas" por sí solas no pueden contener un conflicto, y mucho menos resolverlo o evitarlo. Por otro lado, medidas "duras" como la intervención internacional armada, parecen igualmente inadecuadas por sí solas para detener o prevenir una guerra, o para crear un clima de seguridad para aquellos que quieren regresar a sus hogares cuando el conflicto ha terminado.
La situación en Kosovo es un ejemplo muy reciente. La llegada de la KFOR a Kosovo en junio permitió que 750.000 refugiados de los más de 800.000 que habían huido de sus hogares volvieran a Kosovo. Como ustedes saben, unos 1.200 soldados españoles forman parte de las unidades militares de la KFOR que están trabajando con dedicación en el noroeste de Kosovo para establecer un clima de seguridad, y yo quisiera desde aquí agradecer sinceramente su esfuerzo. No obstante, no puede esperarse que los soldados por sí solos puedan llevar a cabo esta frustrante tarea. La situación de seguridad es todavía precaria, debido a la existencia de minas aún no localizadas y a la abundancia de armas, a las venganzas contra las minorías, y a la falta de un sistema judicial operativo y una policía civil, además de casas e infraestructuras destrozadas.
En Bosnia y Herzegovina, es la presencia de los contingentes militares de la SFOR - que incluye cerca de 2000 soldados españoles - la que continúa manteniendo la frágil paz establecida en Dayton. Sin embargo, desde la firma de los Acuerdos de Paz de Dayton, apenas poco más de 400.000 personas han vuelto a su país, mientras que más de 800.000 aun continúan desplazadas de sus hogares anteriores al conflicto. En África Occidental, algunos de los conflictos más violentos de esta década que han desplazado a cientos de miles de civiles, han sido resueltos o al menos contenidos gracias a la intervención de las fuerzas del ECOMOG. No obstante, baste como ejemplo que el acuerdo de paz alcanzado entre el Gobierno y las fuerzas rebeldes de Sierra Leona, continúa siendo frágil, y la seguridad de los ciudadanos tenue en el mejor de los casos. Incluso se podría sostener que es precisamente la falta de una fuerza regional efectiva de mantenimiento de paz lo que permite que en otro conflicto de África, en la República Democrática del Congo, se continúen produciendo víctimas civiles, desplazamientos forzosos, y abusos de derechos humanos, incluso aun cuando las partes han acordado firmar un alto el fuego.
Lo que está claro es que los mecanismos internacionales de resolución de conflictos deben ser apropiados y proporcionales a la situación que pretenden resolver. Cuando digo "resolver" conflictos, no me refiero simplemente a detener una guerra, sino también a establecer una paz duradera, y evitar que surjan nuevos conflictos. En Madrid el pasado diciembre señalé varios requisitos necesarios para crear un clima de seguridad para las personas en la Bosnia y Herzegovina posterior al conflicto incluyendo la continuación de una presencia internacional, el fortalecimiento de las instituciones legales y democráticas, y la infraestructura social, física y económica para asegurar el retorno sostenible de las personas a sus hogares. Estos requisitos son desde luego aplicables a Kosovo. Sin duda la historia de la antigua Yugoslavia en estos diez últimos años es un elenco de formas a través de las cuales puede violarse la seguridad humana, una sucesión trágica de situaciones en las que personas han sido forzadas a huir, o han obligado a otras a huir. Resolver conflictos de manera global significa proporcionar la suficiente seguridad y confianza a las personas de forma que otras personas y especialmente otros grupos, no representen ya una amenaza, y que por tanto la coexistencia sea posible otra vez. Para conseguir esto - y de nuevo deseo resaltar que hablo desde el punto de vista humanitario y de los refugiados - sugiero que se reflexione en dos direcciones: cómo proteger las condiciones de seguridad humana y cómo promoverla.
Proteger la seguridad humana
Tras los dramáticos acontecimientos de la región de los Grandes Lagos de África central entre 1994 y 1997, el Secretario General de las Naciones Unidas pidió al ACNUR y al Departamento de Operaciones de Mantenimiento de Paz propuestas sobre cómo garantizar la seguridad y la neutralidad en los campos de refugiados.
Nosotros ya hemos elaborado una serie de propuestas de medidas al alcance de la comunidad internacional para ayudar a crear y mantener condiciones de seguridad en los campos de refugiados y en los asentamientos. La idea era desarrollar una serie de opciones más que limitarse únicamente a las alternativas "blandas" o "duras": desde el escalón mas básico - la presencia de ACNUR y otras agencias humanitarias junto a los refugiados en los campos y en los asentamientos-, a una variedad de alternativas "intermedias" como la formación y el apoyo necesario para crear la capacidad nacional de hacer respetar las leyes, o de desplegar monitores internacionales, civiles o policías, hasta la solución de una fuerza de mantenimiento de paz internacional, siendo sin embargo preferibles los mecanismos subregionales. Aunque este proyecto está diseñado para resolver situaciones de refugiados, puede aplicarse en otras situaciones de "tensión interna" y conflicto, y particularmente en situaciones en las que los civiles son desplazados internos o se ven afectados de alguna manera, es decir, se encuentran en situación de inseguridad humana.
He mencionado la "presencia" como el escalón más básico. Pienso que la presencia es todavía un medio esencial para reducir la tensión y proporcionar seguridad y confianza. En ACNUR, nos gusta decir que trabajamos con personas. Y esto no es sólo una forma de hablar. Significa que realmente nuestro personal en el terreno y de protección trabaja con refugiados, junto a ellos. Protección no significa solamente defender los derechos legales. Proteger a los refugiados significa observar las fronteras para asegurarse de que permanezcan abiertas cuando las atraviesen los refugiados, exigir el acceso a alimentos y medicinas cuando se necesitan, luchar contra la discriminación, aliviar traumas, asesorar en los procedimientos legales, decidir cuándo recomendar a los refugiados retornar a sus hogares, entre otros. En unas ocasiones la protección requiere negociaciones discretas con los gobiernos y fuerzas no gubernamentales. En otras, exige la denuncia de abusos y violaciones. La protección de los refugiados es un conjunto de instrumentos legales, actividades operacionales, y contribuciones materiales que puedan restituir un sentimiento de seguridad a personas cuya huida les ha privado de todo - en algunos casos, como ha mostrado la tragedia de Kosovo - hasta de su propia identidad.
Pero como dije al principio, la historia reciente nos ha enseñado cómo la presencia humanitaria por sí sola es a menudo insuficiente para resolver conflictos y tensiones internas. Permítanme por lo tanto atraer su atención sobre las soluciones "intermedias" - que comprenden por ejemplo el despliegue de policía u otras fuerzas de supervisión en apoyo de los mecanismos locales de mantenimiento de la ley. La clave es precisamente apoyar las instituciones locales, antes de que sea inevitable intervenir con una fuerza externa. Nosotros utilizamos esta medida en los campos de refugiados del antiguo Zaire, entre 1994 y 1996. Los resultados fueron heterogéneos, pero aprendimos de la experiencia. Ahora estamos proporcionando apoyo a la policía local en campos de refugiados de Tanzania, y se negociaron acuerdos similares en Albania y en la Antigua República Yugoslava de Macedonia para los campos que albergaron refugiados albanokosovares. Las soluciones "intermedias", y quisiera añadir las operaciones de mantenimiento de la paz a nivel subregional, podrían ser las soluciones más viables en muchas situaciones, pero necesitan el apoyo y la participación activa de los gobiernos, de tal manera que los mecanismos preestablecidos puedan ponerse en práctica.
Todos nosotros conocemos los problemas de las fuerzas de mantenimiento de paz tradicionales: tomar la decisión de desplegar soldados, en sí mismo un tema políticamente complejo, determinar la composición de las fuerzas, financiar su muy elevado coste, convencer a la opinión pública que mandar jóvenes a lugares alejados es correcto y relativamente seguro, acelerar el despliegue, intentar evitar la prolongación indefinida de las misiones, entre otros. Además, a menudo las operaciones de mantenimiento de paz internacional han sido demasiado lentas para constituir una respuesta viable. Sin embargo, las crisis más recientes y las respuestas que la comunidad internacional ha proporcionado podrían indicar un cambio en el enfoque de las operaciones de mantenimiento de paz.
Obviamente la movilización de tropas para establecer la seguridad en estados soberanos continuará siendo una cuestión muy compleja - y no voy a abundar aquí sobre un asunto tan crucial como es conseguir el consenso internacional para tales operaciones, y proporcionar legitimidad a las mismas. Sin embargo existe una creciente concienciación de que las situaciones de grave inseguridad, en las que los civiles sufren y mueren - como la de Timor Oriental, por ejemplo - no pueden esperar durante semanas hasta que una fuerza sea desplegada. En algunas ocasiones, las alianzas de estados que quieren enviar tropas y medios logísticos, a menudo porque la zona de conflicto resulta de interés particular para su propia paz y seguridad, pueden organizar operaciones de mantenimiento de paz de manera rápida y eficaz.
A pesar de estos cambios, ACNUR y sus colaboradores humanitarios a menudo siguen enfrentándose en solitario a situaciones incontrolables. Y esta es la razón por la que insisto en desarrollar una gama de mecanismos, que deberían llevarse a la práctica antes de que las crisis se precipiten, y antes de que las medidas "blandas" y las "duras" se conviertan en inadecuadas.
Por esta misma razón también insisto en la importancia de establecer con prontitud mecanismos concretos, con procedimientos bien definidos que puedan activar cualquiera de las opciones elegidas. Como usuaria de estos mecanismos, en nombre de los refugiados, me gustaría saber con qué tipo de apoyo en cuestión de seguridad puedo contar en caso de necesidad. Algunos gobiernos han promovido de forma activa el establecimiento de una fuerza de mantenimiento de seguridad en reserva. Apoyo estos esfuerzos, porque la previsión es crucial para la efectividad de cualquier mecanismo diseñado para proteger la seguridad de las personas.
Promover la seguridad humana
Para quienes viven en el "norte" industrializado, la inseguridad es la excepción, más que la regla. Existe, - en forma de pobreza, terrorismo, crimen o enfermedad, - pero es un fenómeno aislado, y limitado en el tiempo, contra el que se debe luchar. Para ellos es difícil poder imaginar lo permanente y presente que puede ser la inseguridad humana - pero lo es por ejemplo, para una mujer afgana o un joven de Sierra Leona en edad militar. Como dije al principio, la mayoría de la población mundial se ve privada de seguridad humana. En lo que en mi opinión es una de las ilustraciones más gráficas de la inseguridad humana crónica, decenas de miles de ruandeses, desde 1994 y durante tres años, se vieron forzados a huir, por sus líderes criminales primero y empujados después a la selva por sus adversarios étnicos - y algunos caminaron miles de millas para llegar desde los Grandes Lagos al Océano Atlántico.
La seguridad de las personas, por tanto, no debe ser sólo garantizada y mantenida, sino que tiene también que ser duradera. Una vez más, tomaré ejemplos de la experiencia del ACNUR con los refugiados. En nuestro trabajo de apoyo al retorno y a la repatriación, a menudo tratamos con personas que han huido de un conflicto, y que ahora regresan para vivir con otras personas que pueden haber estado en el lado opuesto durante la misma guerra. En la fase posterior a los conflictos actuales, el retorno de los refugiados, tan necesario para el proceso de reconstrucción de la paz, a menudo la complica. Porque si la guerra ha cambiado, la paz también.
La comunidad internacional debe prestar mucha más atención y un apoyo mucho más coherente a las sociedades que emergen de los conflictos. La reconstrucción de la paz en el período inmediatamente siguiente al final de un conflicto es un vínculo muy débil en el sistema de cooperación internacional, aunque vital, ya que conecta la resolución del conflicto con los esfuerzos para el desarrollo. Estoy muy preocupada por la laguna que existe actualmente entre la intervención humanitaria durante los conflictos, y el inicio de los programas de desarrollo a largo plazo. Estamos especialmente preocupados por esta laguna porque muy a menudo son los refugiados recién retornados los que más sufren la falta de recursos disponibles para construir la paz. Lo que a su vez no ayuda a prevenir la reaparición del conflicto y de los flujos de refugiados.
Vemos esto en la antigua Yugoslavia, donde más de un millón y medio de personas permanecen desplazadas, y donde el regreso de las minorías se enfrenta a serios obstáculos políticos, administrativos y de seguridad. Lo mismo podría ocurrir en Kosovo si las condiciones para un retorno sostenible no se afianzan. Lo vemos en Ruanda y Liberia, donde gran parte de la población ha retornado recientemente, - mientras que la ayuda humanitaria se acaba por la falta de fondos - las actividades de desarrollo no comienzan debido a la precaria situación política y de seguridad, y por la limitada capacidad del gobierno.
Cuando se negocia la paz, debe prestarse por lo tanto mayor atención a crear las condiciones que permitan la convivencia de comunidades divididas. Las actividades de rehabilitación y reconciliación son elementos fundamentales para la reconstrucción de la paz, y deben planificarse y aplicarse mucho antes, mientras que las agencias humanitarias como mi Oficina se concentran en sus áreas de especialización: ayudar a la gente a regresar y a reintegrarse en sus comunidades. En este sentido, también es muy importante apoyar a las organizaciones no gubernamentales nacionales y a otros grupos locales. En algunas situaciones estas instituciones de la sociedad civil están entre los pocos "proveedores" efectivos de seguridad humana en Estados débiles destrozados por conflictos internos o que emergen de ellos. Estoy pensando, por ejemplo, en la República Democrática del Congo.
Creo que se necesitan urgentemente esfuerzos para asignar recursos y desarrollar programas en la fase posterior al conflicto si queremos ser serios a la hora de mejorar la seguridad de las personas de forma global, extensiva y duradera. Por nuestra parte, junto con otras agencias e instituciones de Naciones Unidas, el Banco Mundial y el grupo de los principales gobiernos donantes, y bajo el patrocinio de la Institución Brookings de Washington, estamos tratando de explorar nuevas formas de mejorar los acuerdos tanto institucionales como financieros para llenar el vacío en esta fase de transición. Existen - ya - algunas iniciativas concretas. Considero positiva la creación de un Fondo para la Seguridad Humana de 100 millones de dólares del Gobierno de Japón, del que esperamos obtener recursos para proyectos en el sur de los Balcanes. Dinamarca está poniendo en funcionamiento una iniciativa similar. Estos son precedentes y ejemplos importantes. Espero que España y otros países los sigan.
Los recursos son esenciales. El ejemplo de Bosnia y Herzegovina, sin embargo, muestra claramente que la reconciliación es también un proceso político. Esto también queda patente en otras situaciones. La voluntad de las autoridades nacionales y locales para restaurar el diálogo entre las comunidades es indispensable, pero también lo es la actitud positiva de la gente involucrada. Este es quizás el mayor reto en el retorno de los refugiados en situaciones de paz inestable - y yo añadiría, de situaciones posteriores al conflicto en general: que la convivencia pacífica sea aceptada por las comunidades que en el pasado estuvieron divididas y que nuevamente viven juntas, más que ser obligadas a ello. En esta aceptación reside la clave para una sociedad segura. Sólo necesitamos ver las atrocidades actuales que se cometen contra las comunidades gitana y serbia en Kosovo para ver los desafíos y riesgos a los que se enfrentan las comunidades divididas.
Un esfuerzo colectivo y global
Señoras y Señores,
He intentado resumir la complejidad de las cuestiones de la "seguridad humana" desde la perspectiva de los refugiados, y hacer unas propuestas sobre cómo tratarlos de forma global - durante y después de los conflictos - centrándome en las personas más que en las fronteras estatales. Obviamente tales esfuerzos no pueden limitarse a una sola organización. La expansión y la creciente interdependencia de los temas relacionados con la seguridad humana han llevado al ACNUR a interesarse e involucrarse en una variedad de actividades que podrían haber sido consideradas en el pasado fuera de nuestra competencia - el medioambiente, por ejemplo, o los problemas de las minas antipersonas o las armas ligeras.
Para realizar esto, sin embargo, hemos tenido que forjar una serie de alianzas estratégicas, que reconocen la naturaleza multidimensional de la seguridad humana y la necesidad de reforzarla a través de mecanismos globales. De hecho, el modelo establecido en Kosovo bajo la Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas 1244 reconoce la importancia de una colaboración que proporcione una extensa presencia internacional tanto civil como de seguridad. La Misión de Administración Interina para Kosovo de Naciones Unidas coordina el trabajo de una gama de actores, incluida mi Oficina, otras agencias de Naciones Unidas, la OSCE y la Unión Europea; y trabaja estrechamente con la KFOR de la OTAN.
Indudablemente, la comunidad internacional debe continuar evaluando la mejor manera de alcanzar los objetivos de mantenimiento de la paz y la seguridad en el contexto de conflictos internos crónicos. Valoro positivamente los esfuerzos regionales, como el Pacto para la Estabilidad en el Sudeste Europeo, que se centra en la construcción de la democracia, los derechos humanos, el desarrollo económico y otros temas vitales para promover la seguridad humana. Representa un marco político y económico internacional que podría proporcionar la base para la estabilidad de la región y el retorno sostenible de los desplazados. Quisiera alentar a España y a los demás Estados participantes a mantener su compromiso para el cumplimiento efectivo del Pacto para la Estabilidad.
España puede jugar un papel muy activo en el ámbito de la seguridad humana. Como ustedes saben, España asumirá la Presidencia de la Unión Europea en el primer semestre del 2002. Mientras se acerca esta fecha, España podría ir preparando una agenda que reconociera el interés inherente de Europa en relación a la protección y promoción de la seguridad humana. Este interés es acuciante no sólo por el ejemplo de los Balcanes, sino también por la situación en el norte y el sur del Cáucaso.
En particular, en lo que respecta directamente al trabajo de mi Oficina, valoro muy positivamente la opinión de España. España conoce las raíces del problema del desplazamiento. A lo largo de las dos últimas décadas España ha experimentado cambios fundamentales pasando gradualmente de ser un país de emigración a ser un país de inmigración y asilo. Además, España es geográficamente una puerta de acceso a Europa. Ello ha abierto el país al tránsito y al desplazamiento de seres humanos, incluido el inquietante fenómeno del tráfico de personas. A principios del próximo mes, España asumirá la presidencia del Comité Ejecutivo, un órgano compuesto por 54 gobiernos que supervisa el presupuesto del ACNUR y proporciona orientaciones en asuntos relacionados con la protección de los refugiados. Mi Oficina espera tener una estrecha y fructífera cooperación con España y el Presidente electo el Embajador Raimundo Pérez-Hernández Torra en un momento en que muchos asuntos importantes relativos a refugiados se encuentran en la agenda.
Señoras y Señores
Vivimos desde luego en un mundo tan peligroso como asustado. La seguridad humana de cada hombre, mujer y niño independientemente de su origen étnico, nacionalidad o religión, sólo puede garantizarse con un esfuerzo colectivo y global. Ninguno de nosotros estaremos seguros mientras cualquiera de estos hombres, mujeres y niños vivan con miedo.
Gracias.